Panepanna nació hace 15 años en Sevilla.
Caótica y transversal, iba a ser una panadería multitasking, donde tomar algo sencillo, comprar cosas chulas y hacer cursos.
Sin saber nada del mundo de la hostelería, en 2009 me metí a estudiar pastelería en La Taberna del Alabardero. Quería abrir esa Panepanna en la zona de Regina, detrás de la Encarnación -entonces aún sin Setas y a medio gas.
No pudo ser, y pasé al plan B. Empecé a dar talleres de cocina en casa, sin casi referentes. En el momento álgido de los blogs de cocina me quité de ahí y me puse a traer desconocidos a casa. Los talleres tenían que tener sentido a partir del nombre: los primeros fueron «Pasta 101» (introducción a la pasta, pero nadie entendía ese 101) y «Postresillos» (postres sencillos, a la sevillana). Dibujaba las etiquetas de lo que se llevaban a casa, y los programas del mes.
La parte cali-gráfica estaba ahí desde el principio, y viéndolo ahora con perspectiva, veo que en el fondo siempre he hecho lo mismo, adaptándome a los nuevos medios y a mis necesidades.
Fast forward: en 2012 me mudé a Galicia, di talleres en distintos locales (gracias Garum por ser los primeros en acogerme) hasta 2016, cuando empecé a llevar el aula de cocina de la Plaza de Abastos de Santiago. Era una locura: talleres todos los fines de semana, sábados y domingos, a veces dobles (a mediodía y a la noche).
Una locura maravillosa que echo de menos, pero era insostenible: como tantas veces he hecho, paré, y en junio 2019 di el último curso. 2020, llegó la pandemia, y resucité Panepanna on line: en web, en Instagram y en newsletter.
En junio 2020 llega Patreon. 200€ al mes me parecía una pasada. Al año me trasladé a Substack y ahí sigo, sin llegar aún al SMI actual (maldito perro que no para de subirlo) pero sí al de 2019. Quince años haciendo comunidad, algo que me hincha el corazón. Este sábado celebraré con 23 personas llegadas de todos lados. Como me dijo ayer mi padre: «Che bello essere amati e stimati!».
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