Lo más bonito de Panepanna es la comunidad que se ha formado, un grupo de personas inteligentes, abiertas, curiosas, justas, dispuestas a ponerse en juego y a compartir. El pasado fin de semana 23 personas se han acercado a Santiago con la excusa de los 15 años de Panepanna.



Una excusa, porque la motivación real era poner cara a esa gente con la que llevan hablando desde hace dos años en el grupo telegram.



Y han seguido hablando como cotorras, en el paseo por el Sarela, en los restaurantes donde hemos comido, en bares y terrazas, en los pisos y habitaciones que han alquilado, en el iba-a-ser-un-taller-y-acabó-siendo-la-feria-europea-del-corte-inglés.



Anoche de repente me di cuenta de qué había sido esto: un encuentro de los que hacíamos cuando existían los grupos Usenet, allá por 1999. En la era de Instagram, con tantos vídeos y stories, quizás ya no tenga sentido el concepto «desvirtualizar».



Pero nosotros en Telegram nos comunicamos por escrito, y hay una belleza retro en esto. Como decía en alguna historia de IG, lo que me gusta de este grupo es que es una red, una malla, natural, fluida, respetuosa.



Alguien me escribió, antes de irse: «Me resulta muy complicado encontrar personas como las del grupo en mi día a día, tan buenas, interesantes, divertidas, inteligentes… son muchas cosas. Y sienta muy bien sentir que «encajo».»



Qué bonito conoceros, alimoches.



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