Tenía las fotos de la última visita a Etel and Pan guardadas, esperando a que saliera el artículo en El Comidista. El artículo llegó, y a mí se me pasó compartirlas.

¿Por qué estoy fijada con algunos sitios? Porque he conocido las personas. Por suerte no dependo de las publicaciones en prensa para mantenerme, porque quiero hablar solo de sitios de los que estoy convencida. Donde se come bien, o cuyo producto es válido, sí, pero las personas detrás del proyecto me tienen que convencer. No es el único criterio válido o posible, pero es el mío.



A mí Etel y Palmira me han ido conquistando a la par que sus bocadillos. Recuerdo una conversación, el verano de 2020: ese verano la pregunta que hacíamos a todos los hosteleros era: ¿qué tal va? Entre tantas lágrimas y desgracias, Palmira fue la única (o casi) que me dijo: «Bien».
Bien porque estaban todos sanos, ante todo. Y no es poco decir eso, eh, porque yo he escuchado a unos cuantos decir que qué es esto de la distancia y las medidas, que total los mayores ya están viejos.
Bien porque las ayudas del gobierno les habían ayudado de verdad. Cuando tienes el negocio en regla, con los contratos bien y todo en A, los ERTES y las ayudas a autónomo te benefician. Pero si pagas parte de la nómina en B, si no estás en regla con los pagos a la Seguridad Social, si no llevas bien tus cuentas, pues de poco sirvieron esas ayudas.
Bien porque aunque fue un golpe -mucho producto comprado, la temporada en la que mejor trabajan- se daban cuenta de que la situación era excepcional.

Para saber qué hay en su carta, con qué productores trabajan y demás información puedes leer el artículo del Comidista. Aquí quería que quedara la anécdota pandémica, menos gastronómica pero más humana y personal.
Etel&Pan: una taberna y tienda de ultramarinos con producto local en el fin del mundo
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