Gracias a Helena Poncini y su artículo en El País Gastro sobre maritozzi, que parece que van a ser the next big thing en esta imparable locura por conocer todo, tener todo, y tunear todo.
‘Maritozzo’, el bollo romano similar a la bamba de nata que conquista obradores de medio mundo
El maritozzo es el primo romano de una bamba de nata. Igual no, pero parecido. Por eso es un primo, si no habría dicho gemelo. En común tienen, igual que con un bollo de mantequilla bilbaíno, el placer de algo sencillo.
Para mí, de niña, el maritozzo era algo que se tomaba con helado. Un sincretismo romano-sículo o quizás solo el error de mi paquete llamaba maritozzo al brioche dulce con el que a veces se tomaba el helado. La historia de la cocina está hecha también de muchos pequeños gestos, hechos y relatos así. Hace unos años que los maritozzi han salido de Roma, y ahora se pueden encontrar en toda Italia, y más allá.
Cuando un producto sencillo e icónico sale de su lugar ocurre a menudo que se transforme. Es lógico. Si llego a Berlín/Shanghái/ Madrid /Nueva York con algo nuevo, que nadie conoce, sin ningún referente, es posible que tenga que añadirle algo para hacerlo interesante. Ese algo puede ser un poquito de storytelling (entonces vamos a buscar lejanos orígenes) o un pequeño ingrediente extra que mole (pistachos, caviar, pepitas de chía de Suriname expulsadas por el aparato digestivo de animales salvajes muy monos).
Bromas aparte es lógico y triste, porque también cabe la posibilidad de que se haga ese dulce tal cual y que no se entienda. «Cuántas historias para una bamba con nata». Es que nadie quería darle más importancia, José Alfonso, es algo que se come en Roma y ya está. Nadie dijo que fuera algo maravilloso: es algo de ahí, que se come ahí, y que se disfruta mucho ahí. Fuera? A ver… Pasó con el panettone, que no nos contentamos con un buen panettone sencillo. Añadirle más cosas a veces es necesario por cubrir carencias, a veces es una real destreza técnica. Pasa con la tortilla española en el extranjero: a menudo no la pillan, y tienen que ponerle encima lonchas de jamón ibérico para que resulte apetecible.
A lo que iba: si vais a Roma, pasad por Regoli. Yo prometo pasar por Cientotreintagrados la próxima vez que pase por Madrid.
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