Menos de 48 horas en Santander no se pueden comparar con un verano (gracias Ana por la canción), pero hice lo que pude. Probé algunas cosas que tenía pendientes, sobre todo de textos que había escrito, y me hizo mucha ilusión.
Probé por fin las patatas de Vallucas. Rústicas pero finas, sin sabor a aceite rancio, con poca sal, pero sin que se eche en falta, podrían ser ahora mismo mis patatas preferidas. Las había mencionado en este artículo: Las mejores patatas fritas de bolsa: una ruta por España.
No quería comprar una caja entera de sobaos y me recomendaron la Confitería Gómez (C. San José, 22) que los vende sueltos. Este de El Macho nada tenía que ver con lo que probamos hace unas semanas en Santillana. Ya me han dicho varios que prefieren los sobaos de El Andral. Vaya, tendré que volver.
Escribiendo de churros me recomendaron la Chocolatería Áliva. No pude entrar, pero me encantó la puerta de atrás. El artículo sobre churros era este: España de churro en churro: dónde comer porras, tejeringos, tallos y calentitos.
Cocido montañés, chumarru y albóndigas en El Chumarru. Los sitios que me gustan. Y en óptima compañía. El sitio me lo había recomendado Alberto García Moyano en este artículo: Dónde comer bien en el Camino de Santiago: una peregrinación gastronómica.
Para tener el nivel básico de santanderinidad hay que tomar un helado en Regma esoesasí. Estilo de otra época, muy graso, pero satisfactorio. Tomé mantecado y turrón.
Una vuelta por el súper y me llevé dos yogures, de Granja La Sierra y Bien Aparecida. Muy ricos, el primero un poco más denso y el segundo más cremoso.
Tenía un único plan de comida en Santander – volver a Garbo – pero un imprevisto de última hora hizo que no fuera posible. Aun así pude explorar opciones italianas en Santander.
Tenía pendiente conocer Verderame y qué alegría encontrar una pizzeria-pizzeria. Medio escondida en un semisótano entre las cuestas de Santander (igual los santanderinos describiríais de forma distinta el emplazamiento) es todo lo que yo le pido a una pizzería: local sencillo, abarrotado y un poco ruidoso. Pizzas de estilo napolitano, a precio económico (las clásicas sobre 9-10€, si os vais a las novedades el precio sube a 13-15€). La masa bien, los toppings bien (¿un poco demasiado tomate en la margherita? Ojalá fueran todos así los problemas). Salí feliz, repetiría.
Berta, Giorgio y Libero de Garbo nos llevaron a tomar las focaccias de Bello Bello -mi primera vez en una focacceria, a mí edad! La focaccia está rica (puedes comerla sola y está deliciosa), los rellenos son sabrosos y el tamaño considerable (yo con la mitad habría quedado contenta, pero no quiero dar ideas). Probamos una Toscana (finocchiona, queso, alcachofa y berenjena) y una Calabrese (spianata, berenjena, rucola y stracciatella). Salí feliz (y llena) y me parece también una buena opción para una comida informal y rápida.
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