Antes de empezar un disclaimer así de grande: no me dedico a la coctelería, no sé nada de mixology y como mucho conozco a algún bartender. Hablo del Negroni como usuaria avanzada y amante del Campari. Así que es posible que haya fallos de terminología técnica -las amigas mixólogas que me perdonen.
Creo que el primer Negroni que probé fue en una terraza de mi ciudad, Pordenone, un domingo antes de comer. En mi casa se bebía poco vino -estábamos en Friuli, zona de notorios bebedores, pero mis padres son romanos y allí eso se estila menos- pero sí había un mueble bar bastante fornido, con sus vasos, su coctelera y su libro de recetas.
<figure>Corso Vittorio Emanuele, Pordenone (Foto de Pordenonewithlove.it)</figure>
Ese domingo, debía ser domingo porque era el día que se iba a dar una vuelta al centro antes de la hora de comer, a tomar algo en una terraza porque siempre había algún conocido que estaba haciendo exactamente lo mismo, ese domingo decía me fascinó ese vaso chato y grueso, ese cóctel rojo brillante que no era vino ni cerveza. Más aún me habrá fascinado cómo mi madre decía esa palabra, Negroni, con tono apreciativo. Los niños, que son influenciables. Seguramente no me encantó al probarlo -eran los años 70, era Friuli, que los niños probaran el alcohol era algo no sólo común, era algo necesario- y probablemente me resultaría demasiado amargo y demasiado fuerte. O quizás me encantó -mi recuerdo se limita a una foto mental, una mesa en terraza en el Corso de Pordenone, el vaso en la mesa.
<figure></figure>
Muchos años después, fast forward a Sevilla, años 2000, vuelvo a aficionarme al Negroni. En Italia tomaba más Spritz, que al fin y al cabo era el aperitivo más informal -menos alcohólico- y más de moda. Pero en España, con dificultad para encontrar Prosecco -por entonces era aún purista y me parecía que eso no tenía solución- me dediqué a preparar Negroni para quien quisiera probarlo.
La receta del Negroni es sencilla, pero más interés tiene su historia o al menos el devenir de ella. A diferencia del Spritz -que tiene un origen bastante incierto y ninguna receta canónica ya que varía de ciudad en ciudad- tenemos un relato bastante fidedigno de dónde y cuándo nació.
Leyendo a Luca Picchi -barman en el Caffè Gilli de Florencia y autor del libro Negroni Cocktail– sabemos que fue justamente en Florencia, en 1919, donde se originó todo. El conde Camillo Negroni, que viajaba mucho a Inglaterra y Estados Unidos, pidió a Fosco Scarselli, el barman del Caffè Casoni (luego Caffè Giacosa, hoy creo cerrado), un cóctel con ginebra. Scarselli entonces tuneó un Americano -que existía desde mediados del siglo XIX- sustituyendo el seltz con ginebra. Citando a Picchi, «la historia es el valor añadido de una bebida como el Negroni».
¿Y ya está? En realidad, el Negroni no se hizo popular hasta los años ’50. Como muchos otros productos, tuvo que tener éxito fuera para volver a sus orígenes como ganador. Aunque el primer documento con la receta del Negroni sea de 1947 –Cocktail portfolio, un precioso recetario de Amedeo Gandiglio con tablas originales de Ettore Sottsass- fueron los americanos los que se lo llevaron, lo adoraron y nos lo devolvieron con un aura brillante, tanto que en 1952 la prensa italiana lo define como una «inefable novedad». El triunfo llega así en los años de la Dolce Vita, y desde entonces se ha quedado
Negroni
Ingredientes
- 1 parte bitter Campari
- 1 parte ginebra
- 1 parte vermut rojo
- hielo
- rodaja de naranja
Elaboración paso a paso
- En un vaso tipo Old Fashioned (ancho y bajo, el de mi foto NO es el correcto!) poner abundantes cubitos de hielo.
- Añadir bitter Campari, ginebra y vermut en partes iguales. Mezclar delicadamente.
- Terminar con media rodaja de naranja y servir.
- Disfrutar imáginandose ser Anita Exberg (o Marcello Mastroianni).
Deja un comentario